Nos ha dejado el Gran Shangay Lily
Nos ha dejado el compañero y camarada activista Enrique Hinojosa Vázquez, conocido con el nombre de Shangay Lily, a los 53 años de edad, tras complicaciones en el desarrollo de una larga enfermedad, que no han querido precisar de cuál se trataba.
Nacido en Málaga en 1963, fue uno de los primeros drag queen españoles en la década de los noventa, en la que creó la Shangay Tea Dance, la primera fiesta de temática gay, y Shangay Express, la primera revista gratuita exclusivamente homosexual en España.
El Compañero declarado comunista, escribió varias novelas y una antología de sus monólogos teatrales estrenados. Además, se publicará próximamente su ensayo Adiós, Chueca (Memorias del gaypitalismo: construyendo la marca gay). Asimismo, escribió y protagonizó obras teatrales, además de aparecer en varios programas de televisión, entre los que destacan Esta noche, sexo, Esta noche cruzamos el Mississippi o La noche prohibida. También debutó en el cine junto a Javier Bardem y Aitana Sánchez-Gijón en la película Boca a boca, y diez años después dirigió y protagonizó Santa Miguel de Molina.
Más allá de su currículo académico, Shangay ha sido un referente –no siempre cómodo- del mundo gay durante 25 años. Su nombre ha quedado grabado en la publicación que bautizó, pero, sobre todo, se había convertido en una voz crítica dentro del mundillo LGTB (lesbiana, gay, transexual y bisexual), sobre todo al fenómeno de Chueca, al que el artista/activista (de ahí el nombre de su blog, Artivista) reprochaba su mercantilización y una especie de banalización de las libertades conseguidas después de décadas de lucha de personajes como el suyo.
En los últimos 20 años fue avanzando en conquistar espacios propios y ajenos, colaborando con numerosas iniciativas más allá de las puramente reivindicativas. La cultura –el arte, su arte- fue su principal arma, unida a una imagen rompedora y muy moderna. Tanto, que Shangay nunca quiso definirse como travesti , transexual o transformista y, un poco en la línea de otra figura como Ángel Pawlovsky –otro grande a caballo entre la Transición y la Movida, donde ambos empezaron a ser famosos-, siguió una línea rotunda y arrolladora, pero difícil de encasillar. La idea de que cada persona es única y debe seguir su camino, poniéndose al mundo por montera, fue una constante en su pensamiento, incluso cuando ello le traía problemas.
En cualquiera caso, su personaje era tan arrollador que dejaba una huella por su contraste con otras artistas de la noche de Chueca, más contestataria y volcadas en el humor. Hasta cuando actuaba en los escenarios más cabareteros transmitía que se tomaba a sí mismo –y a su público- muy en serio.
En la actualidad, escribía en el periódico Público su blog Palabra de Artivista.